Don nadie
camina
por la penumbra,
y se suceden extraños,
los susurros.
Una muesca
abierta al dolor
punzante del equívoco.
Minimiza los
golpes con suspiros
y el frío
con temblor.
Aliento
que transmuta
en espacios vacíos.
La empatía
se diluye,
mientras la ventisca
desmenuza ocasiones.
Ser palabra
ser verdad
ser honesto
ser el último reducto.
La última oportunidad
de merecer tu piel.
Don nadie se pierde
en su maraña de carencias
esperando que los dioses
le regalen algo.
Pero la ley de la selva
es ley y es implacable.
No hay tregua
no hay perdón
no hay un segundo de paz.
La tierra gira
y la nada nos contempla
esperando su momento.
Sigue corriendo
pequeño.
No hay tiempo que perder.